sábado, 19 de septiembre de 2009

Quiero y no quiero.

Y es de nuevo esa sensación de confusión la que me aturde y me sofoca, la que hace que mi respiración se acorte y empiece un leve sonido en mi pecho que termina en un desgarrador palpitar que me impide el sueño. No, no quería volver a esto otra vez, no quería volver a esa inestabilidad de sentirte en una cuerda floja, a pensar que cada vez lo haces peor y que no tienes otra alternativa de seguir empeorando tu panorama, pero bueno, ¿quien me obligó a volverme loca de nuevo?, la respuesta es fácil, nadie, nadie me obligó, por lo tanto, sola me envuelvo en un sueño nuevo, en algo dudoso, en algo que me da escalofríos, en algo que pienso, que se ve fácil, pero cuando lo enfrento me cuesta cada vez más poder luchar contra esa personalidad tan inmadura que nace de mi, el rubor en mis mejillas, esas risas nerviosas, no tener acceso a mis cuerdas vocales que se vuelvan mudas, decir frases tontas, no poder tener mis cinco sentidos en sus lugares correctos, se alborotan un millón de cosas indescriptibles que me impiden el orden. Ya no hay vuelta atrás, me he vuelto loca, y cada día mi locura crece, mis ganas de vivir esa locura aumentan, y es que dentro de toda este cuestionamiento hay una razón, camuflar mi felicidad, camuflar cada sonrisa, esconder todo indicio de que este sabor a locura me encanta, amo todos los días tener ese nerviosismo de no saber que sucederá, de ver de nuevo que puedo sentir, y que mis ojos se iluminan cada vez que veo eso. Es que hubo alguna vez que pensé que jamás mis ojos tendrían brillo y que nunca más me volvería loca, pero lo hago y no fue intencional, o tal vez si, no lose, después de todo, las cosas ocurren por algo, y aún así, no tengo idea que hago parada aquí, volviéndome loca y conociendo a una hermosa persona, que sin saber lo que provoca, ha hecho de las comisuras de mis labios una sonrisa.

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